Energías renovables, los retos de la transición energética en el mundo

Energías Renovables, Los retos de la transición energética en el mundo

La hidroeléctrica, que es una fuente de energía renovable convencional, atraerá cada vez menos inversiones en proyectos de envergadura, dados los elevados montos que involucran y sus vulnerabilidades climáticas, mientras que la energía nuclear, importante en varios países desarrollados, está en revisión o retroceso, en atención a los indudables riesgos que conlleva.

La velocidad en que se acomete la transición energética es variable en el mundo. Estados Unidos bajo la administración Trump, ha privilegiado la inversión en energías fósiles, convirtiendo a ese país en el primer productor global de petróleo, principalmente mediante el uso de la tecnología del fracking para la explotación de hidrocarburos no convencionales.

Al hablar de hidrocarburos, hay que hacer una distinción en el caso del gas natural, ya que, pese a su origen fósil es un combustible más limpio, y ello le asegura un buen futuro por largas décadas. Así, China, EE.UU., Europa, y más lentamente India, están reemplazando el uso de carbón por gas natural en la industria eléctrica y manufacturera; de allí que el carbón será el primero de los combustibles fósiles en proceso de reemplazo en el mundo, lo cual afectará sin duda a países que lo exportan como Colombia.

En otras regiones importantes del planeta como la Unión Europea (UE), las políticas de transición energética son más audaces, con un marco normativo que va conformando el Derecho Comunitario Europeo para la Transición Energética, con miras a la creación de una Unión Europea de la Energía, capaz de proveer de energías limpias y asequibles a los ciudadanos y empresas de la región.

A ello ha contribuido decisivamente la disminución de los costos de las células fotovoltaicas para la energía solar, como también la construcción de molinos de viento de mucho mayor capacidad y eficiencia, ambas producto de la evolución tecnológica, haciéndolas cada día más competitivas frente a las fuentes convencionales, y con menos necesidad de apoyo a través de subvenciones.

Se destaca el impulso que están recibiendo las nuevas tecnologías para el almacenamiento de energía, es decir, el desarrollo de baterías de gran capacidad para centros urbanos, uso industrial y vehículos eléctricos, el cual está siendo impresionante. En una visita reciente que realizara con alumnos de la Maestría en Gestión Energética que dirijo, a la Universidad de Salamanca, España, pudimos recibir valiosísima información de la Facultad de Ingeniería de ese antiguo y a la vez moderno centro de estudios, fundado en 1.218, sobre los acelerados progresos que están ocurriendo en ese campo.

De otra parte, tienen peso en la transición energética las obligaciones asumidas por los 195 países signatarios del Acuerdo de París sobre Cambio Climático y Emisión de Gases de Efecto Invernadero, las cuales suponen metas concretas para la reducción de las emisiones de CO2, las cuales han sido asumidas por la Unión Europea con mayor determinación y responsabilidad. Pese a la postura poco responsable con el planeta por parte de EE.UU. al retirarse de dicho acuerdo en 2017, siendo el segundo mayor emisor de carbono del mundo después de China, muchas empresas estadounidenses han decidido con independencia, impulsar el desarrollo o uso de energías más limpias.

Por otro lado, varias empresas que en el pasado fueron solo petroleras, han ido convirtiéndose en empresas integrales de energía, es decir de hidrocarburos, energía eléctrica y energías renovables, colocándose así, de cara al presente y al futuro. Es el caso de British Petroleum, Shell, Chevron, Saudi Aramco, Equinor, YPF, CEPSA y Ecopetrol, entre otras.

A comienzos de este año, la Comisión de la Unión Europea anunció un cuantioso plan de inversiones en un fondo para apoyar a las regiones más dependientes de energías fósiles, con el objetivo de impulsar la transición energética. Es el llamado “Pacto Verde”, que propugna por lograr la neutralidad de carbono para el año 2050. Se necesitan 260.000 millones de euros anuales de inversiones para cumplir con dicha meta, de los cuales Bruselas espera movilizar hasta 100.000 millones de euros en la próxima década.

En total, el “Plan de Inversión para una Europa sostenible”, movilizaría cerca de un billón de euros en los próximos 10 años, para convertir al continente europeo en la región con las más bajas emisiones de gases de efecto invernadero del mundo. Entre 2021 y 2027 se invertirían 7.500 millones de euros, lo cual tranquilizó a países del Este como Polonia y Chequia, que han sido más reticentes en asumir los costos de esta transición, aunque esta no excluye el uso de energía nuclear.

También, en el gigantesco plan aprobado recientemente por la Unión Europea para la recuperación económica en la postpandemia, de 750.000 millones de euros, se hace mención explícita a la prioridad que deberá darse a proyectos relacionados con el cambio climático. España, por su parte, tiene en su portafolio un ambicioso plan de inversiones para la modernización del sector eléctrico, por un monto de 240.000 millones de euros en el período 2021-2030, el cual generará sinergias con los planes de transición energética en marcha.

Colombia también avanza en la transición energética, por razones ambientales y porque su matriz energética es vulnerable, dadas las limitadas reservas de petróleo y gas, de apenas 6 y 9 años respectivamente, y porque tiene un alto potencial de desarrollo de energías limpias. En el índice de transición energética del Foro Económico Mundial, Colombia escaló en 2019 de la posición 34 a la 25 entre 115 naciones analizadas.

De menos de 50 Mw generados por energía solar y eólica el año pasado, llegará a 2.500 Mw de capacidad en 2022, con 14 proyectos renovables en marcha, nueve eólicos y cinco solares, habiendo logrado en paralelo conectar a 580.000 nuevos usuarios al servicio de gas por redes. Adicionalmente, tras los conocidos tropiezos del proyecto, en 2022 iniciará operaciones la central hidroeléctrica Ituango, Antioquia, con una central subterránea de 2.400 MW de capacidad y 13.930 GWh de energía media anual, la cual alcanzará plena capacidad en 2026.

En 2019, el 26% de la generación mundial de electricidad se basó en energías renovables, con más de 100 ciudades que ya utilizan al menos un 70% de electricidad renovable. Algunas proyecciones indican que en 2030 podría llegarse a un 32% de energía proveniente de fuentes renovables, ayudada por la incorporación de más vehículos eléctricos, la prohibición de varios países europeos de producción de automóviles diesel, y la previsión de cerrar la producción de motores a combustión en 2050.

Estamos así ante cambios disruptivos que, si bien no desplazarán totalmente a los hidrocarburos en el corto plazo, estos han iniciado su declinación, estimulando saltos más cortos en los ciclos tecnológicos que los que solían ocurrir en el pasado.

Para  Colombia, cuarto exportador mundial de carbón, y altamente dependiente de los hidrocarburos, no existe otra opción que acelerar el paso hacia una diversificación energética, exportadora y productiva, que le permita hacer frente a las grandes transformaciones en marcha.

Otro es el destino de un país como Venezuela, rico en petróleo, pero con una industria en ruinas, cuyo peligro es dejar enterradas sus vastas reservas sin aprovecharlas en un desarrollo equilibrado y sostenible. Más visión están mostrando Arabia Saudita y los Emiratos Árabes en producir y exportar petróleo para impulsar un claro plan de diversificación económica, ante los cambios que se vislumbran en el panorama energético mundial.

Pedro F. Carmona Estanga
Director Maestría en Gestión Energética – PRIME Business School Universidad Sergio Arboleda