El gas natural: puente a la transición energética

El gas natural: puente a la transición energética

Historia del gas en Colombia

El antecedente más remoto de la producción y el uso del gas natural en Colombia ocurrió en 1961. El presidente Alberto Lleras expidió la Ley 10 que obligaba a las empresas operadoras de los yacimientos petrolíferos a “evitar el desperdicio del gas producido”. En esta época, el departamento de Santander era la cuna de la industria petrolera y de producción de gas en Colombia.

No obstante, el hito más importante del gas natural en Colombia ocurrió el 10 de marzo de 1962, cuando comenzó a funcionar la primera planta de tratamiento del gas de Cicuco, y se construyó el primer gasoducto que llevaba el gas hasta Barranquilla.

Posteriormente, en 1964, se construyó otro gasoducto que transportaba el gas, esta vez, desde el campo de Jobo Tablón hasta el complejo industrial de Mamonal en Cartagena.

Pero fue apenas en agosto de 1977 cundo el gas natural se incorporó realmente a la matriz energética de Colombia. El presidente López Michelsen inauguró la estación de producción de gas natural libre en La Guajira, y el gasoducto de Promigas para transportar el gas hasta La heroica. Además, el mayor impulso al gas natural se lo dio el ministro Guillermo Perry en 1988, con su estrategia “Gas para el cambio”.

En 1996 entró a operar el gasoducto de la Transportadora de Gas Internacional, la cual traslada el gas desde Ballena, hasta empalmarse con el gaseoducto que conecta a Barrancabermeja con el centro del país. Esto ocurrió cuando las multinacionales diversificaban su portafolio de inversiones, como consecuencia del embargo de petrolero que los países árabes hicieron a los países aliados de Israel. En todo el mundo se comenzaba a apelar al gas y al carbón para diversificar las fuentes de suministro de los energéticos.

Esto explica por qué la multinacional petrolera Texas se asoció con la petrolera estatal, Ecopetrol, para la extracción de este gas. Al mismo tiempo, Exxon se asoció con Carbocol para explotar el carbón de El Cerrejón.

Desde ese momento, el gas natural ha cobrado cada vez más importancia en el plano global. Ahora, participa con el 22 % de la canasta energética, y su uso se ha extendido exponencialmente.

En Colombia, particularmente, se masificó su uso residencial, en el transporte, en la industria, y en la generación de electricidad. En el año 2020 fueron 10 253 699 los usuarios de gas natural en el país: 10 061 213 domiciliarios, 186 760 comerciales, y 5 726 entre automotores, industriales y generadores de energía.

De la abundancia a la escasez

Después del hallazgo de gas natural en La Guajira y en el pie de monte llanero, no ha habido otro de su importancia. Estas son las dos principales fuentes de suministro de gas del país, y que ya están en franca declinación.

Las reservas actuales (3.1 GPC) apenas alcanzarán para 8 años. De ahí la urgencia de explorar aún más para recuperarlas, ya que desde hace una década pasamos de la abundancia a la escasez de gas. Está en riesgo el autoabastecimiento.

En Colombia, a diferencia de los demás países, la principal fuente de emisiones de GEI, con el 45 %, es el cambio de uso del suelo: la agricultura, la ganadería, y, sobre todo, la deforestación.

Amylkar Acosta

Por fortuna, el presidente de Ecopetrol, Felipe Bayón, anunció descubrimientos muy importantes y esperanzadores que pueden alejar el fantasma de las importaciones de este energético.

De igual manera, Colombia cuenta con una planta regasificadora de la sociedad portuaria El Cayao, localizada en Cartagena. Este podrá ser importado ante eventuales déficits internos de suministros, cuando el parque de generación térmica así lo necesite.

Gas natural en Colombia

Este es el escenario que enfrenta Colombia en medio de la crisis energética global. Una crisis exacerbada por la invasión rusa a Ucrania, y las sanciones impuestas por EE. UU y sus aliados de la UE a Putin.

Actualmente, la cotización del gas está muy elevada —supera los US $8MMBtu—. Esto incrementa de forma exorbitante los precios y las tarifas de energía, lo cual atiza la inflación global.

Lo anterior interfiere en la marcha hacia la transición energética que muchos países han avanzado. De esta forma, garantizan seguridad, y, sobre todo, la soberanía energética. Aunque este impase puede servir de catalizador a la transición energética, pues acelerar esta transición es la única vía para superarlo con éxito.

Transición energética a la colombiana

Es en este contexto que la administración de Petro seguirá avanzando en la hoja de ruta de la transición energética en el país.

Colombia tiene sus propias peculiaridades: mientras en los EE. UU. y en la UE el 73,2 % de sus emisiones de gases de efecto invernadero (GEI) provienen del sector energético, en Colombia apenas el 30 %. Así mismo, mientras en el resto del mundo el sector eléctrico produce el 35 % de dichas emisiones, en Colombia apenas el 5 %.

En Colombia, a diferencia de los demás países, la principal fuente de emisiones de GEI, con el 45 %, es el cambio de uso del suelo: la agricultura, la ganadería, y, sobre todo, la deforestación. El año pasado fue registrada la alarmante cifra de 174 103 hectáreas de bosque deforestado.

No obstante, en todo el mundo el gas natural está llamado a servir de combustible puente de la transición energética. Así lo catalogó el parlamento europeo, y lo integró a su matriz energética con el mismo tratamiento de las energías renovables.

Colombia necesita del gas natural para avanzar en una transición gradual y responsable. Debido a que nuestras reservas de gas son tan precarias, es imperativo continuar con la exploración de estas.

Una de las lecciones aprendidas de la tragedia que vive la UE es que la transición energética no debe poner en riesgo la seguridad y la soberanía energética.

Hay quienes desestiman la importancia del gas natural en la fase de transición que estamos. Por ejemplo, Jésica Arias, del equipo de energía de Transforma y Ph.D en Transición energética, afirma que “en la generación eléctrica tenemos todo el potencial para suplir nuestra demanda a mediano plazo con fuentes renovables”.

Pero esto es falso. Los principales proyectos de energía eólica que se están instalando en La guajira sólo entrarían al Sistema Interconectado Nacional (SIN) en abril de 2024. Esto, según la Resolución 40181 de mayo 23 de 2022 del Ministerio de Minas y Energía, y si no se presentan más demoras.

Además, las fuentes no convencionales de energía renovable (FNCER), dada su intermitencia, deben contar con el respaldo de la “energía firme”. Esto apenas puede garantizarlo el parque térmico, el cual necesita del gas natural para operar. No podemos cometer la misma insensatez de los europeos de apagarlas, cuando conocemos el riesgo sistémico subsiguiente.

La solución: el gas natural

Del gas natural, al igual que del petróleo, podemos decir: es mejor tenerlos y no necesitarlos que necesitarlos y no tenerlos. Pero aún peor que depender de ellos, es depender de sus importaciones.

Esto fue lo que impulsó al Congreso de la República a expedir la Ley 2128 de 2021, la cual promueve “el abastecimiento, continuidad, confiabilidad y cobertura del gas combustible en el país”. Además, “declara — la masificación del uso del gas— de interés nacional y estratégico para el desarrollo económico, social y ambiental”.

Importar el gas es exponer al país y contraviene a esta Ley, por ello no es una opción.

Según el Plan Energético Nacional – Colombia ideario energético 2050, elaborado por la UPME, para el año 2030 circularían en el país 600 mil vehículos con motor eléctrico. Este plan también proyecta que, para entonces, Colombia tendrá un parque automotor de 22 millones de vehículos.

¿Es posible prescindir del uso del gas vehicular y de la mezcla de los biocombustibles para garantizar la movilidad automotriz? No, uno y otro contribuyen a la “movilidad sostenible”.

Lo mismo podemos decir del gas domiciliario. Si bien la transición energética le apuesta a la electrificación de la economía, si se pretendiera sustituir el consumo de gas natural por la electricidad, según el ex vicministro de energía Manuel Maiguashca, esto tendría un costo de $36 billones. ¿Quién asumiría este costo?